HERBARIA


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Desde que tengo 8 que no hago compost.
Lo que comienza como un trabajo facultativo derivó a un trabajo de autoconocimiento. Si, desde los 8 no hago compost, sé cómo, aprendí en el colegio porque teníamos una clase de "huerta". Ajá, huerta, era medio cheto pero nos enseñaba cosas de supervivencia y eso me gustaba. Siempre me pareció que la cosecha y su compost tenían que tener su cuidado especial y espacio para eso.
Tras muchas, pero muuuchas veces de intenar germinar algo en un departamento con escasa luz, con un balconcito de 1 x 1,5m, tras hacer un compost para ayudar ese proceso, tras poner semillas que resultaron en yuyos, hasta tratar de hacer crecer suculentas (a todos le crecen las suculentas, son plaga, lo he hecho también), pero pareciera que este trabajo estaba para complicarme los días.
Raro es, que ni siquiera pude generar un proceso de muerte, porque nada creció.
Desahuciada y en estado de desespereta acudí al inverso proporcional a germinar y terminé demacrando un girasol. (Aún en ese proceso)
Pues porque en este herbario poético, no sólo significa crecimiento sino aprender a reconocer los cambios en el proceso.
Bastante fascinada con cómo está resultando este proceso, encuentro mi girasol a veces prendido de la luz que rebota en mis paredes y otra escondido y melancólico en sus sombras. Veo primero cómo caen sus hojas, como de a poco se va tomando todo el agua y algunos pétalos se desprenden y otros quedan chamuscándose en su núcleo.

Hoy, la esquina de mi pieza, adoptó un girasol. 



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